sábado, 29 de octubre de 2011

Nada más despertar.

Se despertó una mañana, gracias a unos rayos de sol que procedían de su ventana. Entreabrió un ojo y pudo contemplar el cielo, tan azul como el mar; un azul precioso. Tan sólo había una pequeña nube, parecida a un algodón de azúcar solitario que algún niño desearía tener en sus manos. Varios sonidos de coches se dejaban oír fácilmente. Incluso, si afinaba más el oído; podría escuchar los cantos de pájaros inquietos y madrugadores, dispuestos a dar los buenos días a la ciudad. Un olor a tostadas recién hechas le llegó; desde un rincón desconocido de quién sabe donde.
Todo esto sin levantarse de la cama.
"Hoy puede ser un buen día", pensó.



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