lunes, 26 de diciembre de 2011

Es como un tipo de escudo protector.

Su mente trata de aislarla de la realidad y del sufrimiento. Pero no es así, la tortura sigue constantemente durante el desayuno, durante la comida, durante la cena, e incluso en sueños. Pero ella trata de evitarlo, intenta no hacerle caso, ignorarlo... Como quieras llamarlo. Al terminar el día, cae rendida en el sofá de su casa. Los recuerdos, las pesadillas, los sentimientos y otras muchas cosas vuelven a golpearle de nuevo la cabeza. Y sin apenas darse cuenta se vuelve a quedar dormida; y, al despertar, las lágrimas siguen en el mismo sitio que antes. No se han movido.
O quizás se movieron, pero volvieron a brotar otras nuevas. Es un círculo vicioso, que parece nunca terminar. Pero la verdad es otra muy distinta... Nadie sabe por qué razón llora, ni tampoco con lo que sueña. No se sabe si quizás es por alguien que le ha hecho daño y al que no puede olvidar. Quizás esa persona tan importante para ella un día dejó de estar ahí, y ella lo recuerda constantemente. O, si simplemente, es una enfermedad, una obsesión que se ha instalado en su cabeza, la cual no quiere abandonar... 

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