martes, 27 de diciembre de 2011

Hoy tengo ganas de comerme el mundo.

Mañana, tal vez rece para que el mundo me coma a mí. Soy inestable. Indecisa. No sé lo que quiero ni como lo quiero. Solo sé que lo quiero. Y punto. No soy de las que se paran a pensar en las consecuencias. Actúo. Disfruto o sufro. Me relajo o me deprimo. Pero siempre termino olvidándolo, o quitándole importancia. Busco momentos mejores. Y si no los encuentro, vuelvo a aquellos que ya pasaron, y los revivo en mi mente. Está claro que volveré a pasar por esa etapa de sufrimiento; y que junto a ese sufrimiento, vendrá la nostalgia. Ese es mi punto débil. Recordar. Mi tesoro más preciado, son mis recuerdos. Pero al mismo tiempo, son una droga mortal, que a la vez que me alivian, me envenenan. Es esa típica sensación de despertar de un fantástico sueño. Y de desvanecerte cuando descubres que no es real... Y lo peor, es que lo fue. Y no te conformas con haberlo vivido.

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